Adicción del Sexo Virtual #15 Principio: Culpa vs. vergüenza
Es importante entender la diferencia entre jaratá (culpa sana y arrepentimiento) en oposición a yeush (vergüenza y desesperanza).
Rabí Abraham J. Twersky escribe:
Generalmente utilizamos las palabras “vergüenza” y “culpa” indistintamente. Uno puede decir: “Estoy avergonzado de lo que hice”, queriendo decir “Me siento culpable de lo que hice”. Sin embargo, técnicamente hablando, estos términos son diferentes.
La culpa es respecto de algo que la persona hizo, y puede llegar a ser un sentimiento constructivo en cuanto a que puede llevar a la persona a hacer teshuvá, a tomar medidas correctivas. Sin embargo, la vergüenza es lo que uno siente que es. En otras palabras, la culpa es “Cometí un error”, mientras que la vergüenza es “Yo soy un error”. Si una persona siente que tiene un defecto inherente, que su esencia no es buena, no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. Con la culpa, hay esperanza de mejora, pero no ocurre lo mismo con la vergüenza.
Todos debemos sentir que somos hijos de HaShem con un alma sagrada. Las creaciones de HaShem no son defectuosas. Nunca hay lugar para la desesperanza o la vergüenza. Sin embargo, una culpa “saludable” es importante. Como escribe Netivot Shalom en parashat Nóaj: los sentimientos de culpa que tenemos son un regalo de HaShem que provienen del bien inherente que se encuentra dentro de cada judío. De hecho -escribe-, el judío que ya no tiene estos sentimientos, ya no tiene más esperanza.
La persona que se rinde al Yétzer Hará sólo porque el Yétzer Hará lo enfrentó a una tentación muy fuerte y la persona no tiene fuerzas para refrenarse, esta persona no es “mala” en su esencia. Con un proceso de teshuvá (arrepentimiento) sincero, HaShem lo perdonará. Pero si la persona ya no se siente culpable, eso quiere decir que el mal ya se apoderó de ella, y entonces hay muy poca esperanza de cambio.
Netivot Shalom termina diciendo que la “culpa” es en realidad un tikún (reparación) para que todo judío pueda liberarse del mal. Aun cuando la persona caiga, debe asegurarse de que la caída no se convierta en parte de su esencia. Si continuamos aferrándonos a HaShem y nos sentimos culpables cuando nos encontramos alejados de Él, entonces -incluso en el caso de los pecados más graves, D-os no lo permita- todavía tenemos esperanza y seremos perdonados.
Hay una pequeña prueba que podemos hacer para reconocer si estamos siendo motivados por una culpa/arrepentimiento saludable o por la vergüenza/desesperanza. Si vemos que queremos buscar apoyo y encontrar formas de volver a fortalecernos, entonces ello es una señal de que nuestros sentimientos “malos” son sentimientos provenientes de una culpa sana y de un arrepentimiento positivo.
Sin embargo, si sentimos que sólo queremos darnos por vencidos, entonces, sin lugar a dudas, ello es una señal de que estamos experimentando sentimientos de desesperanza y de vergüenza, y debemos, por lo tanto, encontrar rápidamente la forma de eliminar estos sentimientos dañinos antes de que nos lleven a un ciclo vicioso de continuas caídas.
¿Cómo es que podemos en efecto seguir felices luego de sufrir una caída? Leamos a continuación…
Si intentábamos mantenernos limpios y de pronto tenemos una caída, hay que saber que no perdimos nada de lo que ganamos hasta el momento de la caída. Simplemente, debemos levantarnos y continuar desde donde dejamos. El Steipler le dijo una vez a una persona que se quejó acerca de lo difícil que es esta batalla: las veces que fracasamos se borran, pero cada vez que pasamos una prueba, ello representa un kinyán (adquisición) que es nuestro para siempre. Incluso si logramos sobreponernos una sola vez al principio, ese triunfo inicial nos permitirá liberarnos por completo.
El Báal HaSulam cuenta esta hermosa parábola:
Una vez, un rey tenía un buen amigo a quien no veía desde hace mucho tiempo. Cuando este amigo -que resultó ser una persona indigente- finalmente regresó, el rey estaba tan feliz de verlo que le pidió a su tesorero que lo llevara al tesoro real y ¡que le diera una hora en la que pudiera tomar todo el dinero que quisiera! Entonces, lo llevaron al tesoro y le dieron una bolsa que el hombre pobre comenzó a llenar con monedas de oro hasta que no pudo meter más.
Lleno de gratitud y felicidad, el hombre pobre ya emprendió su marcha, pero cuando ya estaba en la puerta, los guardias le dieron una patada a la bolsa y las monedas se desparramaron por el piso. El hombre, confundido, miró su reloj y vio que todavía le quedaba mucho tiempo hasta que terminara su hora. Entonces, rápidamente regresó al tesoro y comenzó a llenar otra vez la bolsa con monedas. Pero cuando ya la bolsa estaba llena y él estaba a punto de irse, los guardias volvieron a darle una fuerte patada a la bolsa y todo salió volando. El hombre sin saber qué hacer y viendo que todavía le quedaba tiempo, se rehusó a darse por vencido y regresó al lugar para volver a llenar la bolsa.
El mismo escenario se repitió una y otra vez: los guardias seguían dándole una patada a la bolsa y todo se desparramaba por el piso, hasta que el hombre se dio cuenta de que simplemente estaba desperdiciando su tiempo.
Finalmente, se le acabó el tiempo y los guardias arrastraron al pobre hombre fuera de la habitación con su bolsa apenas si llena.
Pero de pronto, el hombre pobre miró hacia arriba y vio un vagón cargado de monedas de oro que estaba frente a él. Y mientras estaba parado allí, pensando para quién sería todo ese dinero, vio al rey que venía a saludarlo con una gran sonrisa.
El rey le dijo que todo el vagón cargado de monedas de oro era para él, y le explicó que todas las monedas que había juntado y que pensaba que había perdido le fueron guardadas para él. ¡El rey había ordenado a los guardias que le vaciaran la bolsa una y otra vez para que él pudiera llegar a juntar muchas más monedas en la hora que se le había asignado!
La enseñanza es clara. Incluso si caemos y sentimos que hemos perdido todo, y volvemos a comenzar de cero, debemos saber que HaShem lo hace para que nuestros “recipientes” vuelvan a vaciarse y podamos volver a llenarlos otra vez más con muchos más logros. Pero los logros de los primeros recipientes que llenamos nunca se pierden: son depositados en nuestra “cuenta de banco espiritual”.
Entonces, si te estaba yendo bien y de pronto, tienes una caída, ¡no te desesperes! Confía en que HaShem tenía mucho Nájat Rúaj de tus logros espirituales, pero quería que pasaras al próximo nivel, y entonces te presentó estas trampas, aun sabiendo que ibas a caer. Lo que hace que la persona sea grande es su capacidad para levantarse de sus caídas. ¡Y precisamente al tener que renovar nuestra determinación desde bien abajo, somos lanzados a tener una relación mucho más cercana con HaShem como nunca antes la habíamos tenido!
En lugar de deprimirnos tras tener una caída, reflexionemos cuántas veces pudimos decirle “No” al Yétzer Hará antes de que él nos gane. Contemos las diez -si no las cien- veces de nuestra racha “limpia” en el pasado en la que no nos entregamos al Yétzer Hará. ¡Definitivamente, en esta batalla tenemos las de ganar! El Yétzer Hará está decidido a hacernos sentir mal para que continuemos cayendo. Pero concentrémonos en toda la escena. Aunque hayamos perdido ahora una batalla, todavía seguimos ganando la guerra. ¡Regocijémonos en nuestros éxitos y preparémonos para el próximo “round”, en que si Hashem quiere, lo haremos mucho mejor
“La persona que nunca hizo nada mal, nunca hizo nada”. La experiencia que hace que el hombre a la larga sea un hombre de éxito se adquiere siempre a través de sus fracasos iniciales. La diferencia entre una persona exitosa y una persona fracasada no radica en el número de veces que la persona cayó, sino en el número de veces que se volvió a levantar. La persona exitosa siempre se levanta una vez más, mientras que no sucede lo mismo con la persona fracasada. Nuestros Sabios dicen: “La Torá no puede ser cumplida sino por aquel que haya caído en ella primero”. Las caídas son parte de la batalla, y a través de ellas aprendemos a construir cercos, a aprender mejores estrategias y convertirnos, por último, en mejores seres humanos.
Rabí Israel Salanter dijo: “Siempre que la vela se mantenga encendida, siempre hay algo que se puede arreglar.” Y Rabí Najmán dijo: “No existe en el mundo el darse por vencido”. Siempre hay esperanza, aun en aquello que parece representar los abismos más profundos del pecado y la desesperanza. Rabí Najmán también dijo: “Si crees que puedes destruir, entonces cree que puedes reparar”. No existe ningún pecado que no se pueda reparar o una situación que no tenga esperanza.
Como dijimos anteriormente, el Zóhar dice que no puede haber luz si no proviene primero de la oscuridad más oscura. Incluso en un estado de profunda oscuridad, debemos reconocer que HaShem está con nosotros, nos ama y Se esconde solamente para que –al fin de cuentas– podamos apreciar Su luz mucho más. HaShem siempre está preparado para ayudarnos, ni bien nosotros estemos preparados para dejar que Él nos ayude.
HASHEM NOS BENDIGA SIEMPRE Y GUARDE NUESTROS OJOS DE CAER EN EL MAL O HACER CAER A ALGUIEN POR NUESTRA CULPA HASHEM NUNCA LO PERMITA!
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