Por Aranza Gleason 

Porque la mujer judía cubre su cabello?

Para el judaísmo el cuerpo es sagrado y vestirlo debe ser una alegría y un placer.
En este contexto se incluye el mandato de cubrirse el pelo una vez que la mujer se ha casado. Esta costumbre ha sido atacada numerosas veces, ha recibido el epíteto de “machista”, “incongruente” y “poco lógica”, muchas de las veces hay personas que juzgan mal que en la tradición ashkenazi y la tradición jasídica se acostumbre cubrir el cabello con una peluca y los sefaradim con un tichel.

Algunas personas piensan que es inservible, ¿cuál es el sentido de cubrir el cabello con más cabello? en el caso de las pelucas. Además, destacan que a veces la mujer se ve mejor con la peluca que con su propio cabello y piensan que va contra la ley y los principios.

Estas percepciones parten de un concepto erróneo de lo que es modestia dentro del judaísmo y de cuáles son las razones por las cuales cubrirse. La modestia no es contraria a la belleza.
La mujer que se pone una peluca o un tichel lo usa porque quiere mantener su cabello para sí misma, es aquella parte de su cuerpo que al cubrirla la hace íntima y que ofrece a su esposo como un acto de amor.

Para la mujer casada, su cabello se convierte en uno de los regalos más bellos que tiene y le da el mismo cuidado que se le da a un objeto sagrado: lo separa, lo protege y lo cuida. Por eso es decisión de ella usar la cubierta que ella considere más propicia para honrarse y honrar su matrimonio.

Muchas veces este artefacto es comparado con una corona y alrededor del mundo muchas mujeres judías lo usan y disfrutan diariamente. Hay todo tipo de cubiertas de todos los colores y formas, que van desde sombreros exóticos cortos y largos, pelucas discretas y telas coloridas; las combinaciones son interminables y la técnicas varían de cultura a cultura. Desde cómo tejer la tela que se coloca una, cómo hacer flores con la misma, y hasta usar distintas capas de colores.

El cabello cubierto nunca fue pensado para que la mujer casada parezca fea. La belleza es un regalo Divino, y la tradición judía anima a hombres y mujeres a cuidar su apariencia y parecer siempre presentables. La tradición judía también anima la modestia; no para disminuir nuestra belleza, sino para encauzar nuestra belleza y atractivo y reservarla a dónde pertenece: dentro del matrimonio.

Cubriendo su pelo, la mujer casada hace una declaración: “No estoy disponible. Pueden verme pero no estoy abierta al público. Ni siquiera mi pelo, la parte más obvia y visible de mí, no es para vuestros ojos.”

El cabello cubierto produce un efecto profundo en el usuario. Crea una barrera psicológica, una distancia cognitiva entre ella y los extraños. Su belleza es visible pero discreta; ella es atractiva pero indisponible.

Puede estar orgullosa de la manera en que ve sin comprometer su privacidad.Ha creado un espacio privado, y sólo ella decide a quién permitir entrar en él.

Quizás en otras religiones belleza y modestia no se mezclen. Ésta no es la visión judía. La verdadera belleza, la belleza interna, necesita de la modestia para protegerla y permitirle crecer.

Como toda mitzvá, debe ser hecha de corazón y con alegría; hecha como un acto de amor.